24 sept 2012

La Historia de las Cosas (completo, en español latino)

¿Cómo inmunizarnos a la estrategia del shock?
Hace poco, comentábamos las técnicas de manipulación que usan los gobiernos y mass media
para privatizar la educación pública y todos los bienes comunes
1
.
En estos primeros meses de legislatura, la mayor parte de esta manipulación está encaminada a
postrarnos en un estado de shock, para que, temerosos y paralizados, no reaccionemos ante las
brutales pérdidas de derechos que se nos imponen. Las medidas, anuncios y declaraciones de los
gobiernos autonómicos y el central nos son administrados, día tras día, gradualmente, como un
veneno que nos somete a una ansiedad constante. Y sin posibilidad de tregua, ya que los medios
de comunicación –a los que ya casi habría que llamar de propaganda− vocean incansablemente,
como un eco descorazonador, esas malas noticias que nos vienen desde arriba (desde los
consejos de ministros o las agencias de calificación).
Naomi Klein ha explicado en su libro La doctrina del shock cómo el neoliberalismo, incapaz de
convencer a los pueblos mediante argumentos (pues las medidas neoliberales están
esencialmente en contra de los pueblos), sólo ha logrado imponerse gracias a golpes de estado,
declaraciones de guerra o situaciones donde catástrofes naturales u otros fenómenos traumáticos
tenían a las poblaciones atenazadas por la ansiedad y el miedo. 
¿Y qué sino el miedo es lo que nos están tratando de inocular en este país? Miedo a perder el
empleo, a no poder encontrarlo nunca o a que el que nos ofrezcan sea lisa y llanamente
explotación; miedo a perder el derecho a la asistencia sanitaria y a no poder proporcionar una
educación adecuada a los hijos; miedo a acabar durmiendo en la calle víctima de un desahucio;
miedo, en fin, a ser detenido injustamente por protestar de forma pacífica en una manifestación.
En este artículo veremos cómo la estrategia del shock surte efecto en nosotros mediante la
llamada indefensión aprendida. Pero también cómo podemos escapar de este estado de
postración si aprendemos a atribuir correctamente las causas de nuestro malestar.
La “indefensión aprendida”, arma de destrucción masiva
Que los de arriba nos tratan como a perros es cierto, o al menos como a los perros del
experimento de Seligman.
A finales de los 60, el psicólogo Martin Seligman realizó el siguiente experimento. Dentro de
una caja de laboratorio, un perro era expuesto a shocks eléctricos que no podía evitar. En
cambio, en otra caja, otro perro sí que podía interrumpir esos shocks pulsando una palanca. Más
tarde, los perros eran situados sobre una superficie electrificada de la que podían escapar
simplemente saltando una barrera. El perro que había podido controlar los shocks la saltaba,
mientras que el otro perro, en lugar de buscar la salida exitosa a la situación adversa,
permanecía aguantando las descargas de manera pasiva. Había, pues, “aprendido” su
indefensión. ¿Para qué gastar energías sabiendo (en realidad, creyendo) que de esos estímulos
adversos no se puede escapar? 
1La indefensión aprendida es la antesala de la depresión. No hacer nada porque se piensa que ya
todo es inútil
2
.
Gracias al poder actual de los medios de propaganda, es factible inducir este estado depresivo
en buena parte de la población, para mantenerla en la pasividad. Ello explica, por ejemplo,
cómo las víctimas de la Alemania nazi acabaron aceptando su suerte sin presentar apenas
resistencia, al igual que muchas mujeres maltratadas terminan resignándose a su situación
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. Pero
más terrible aún es el darnos cuenta de que esta inoculación de indefensión aprendida es lo que
están haciendo ahora mismo con nosotros. Nos tratan de convencer de que aceptemos
resignadamente pérdidas de derechos y privatizaciones de bienes públicos sin resistir ni
protestar. La consigna: que hagamos lo que hagamos no va a servir para nada. 
Como al perro víctima del experimento de Seligman, se nos somete a unos shocks (nombrados
por los eufemismos “ajustes” o “recortes”) que, al parecer, no podremos evitar por mucho que
hagamos huelgas, acciones de concienciacion o nos manifestemos. Y además, se ha comenzado
a castigar a muchos de los que protestan mediante detenciones poco justificadas y prisiones
preventivas de dudosa compatibilidad con derechos humanos fundamentales. 
En Grecia, donde llevan más tiempo sufriendo este salvaje saqueo de lo común, la depresión se
extiende como una epidemia entre las clases populares, y el número de suicidios se dispara. En
su artículo ¿Y si no hiciésemos nada?
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 el filósofo Amador Fernández-Savater se hace eco de
esta desesperación que cunde entre los griegos:
Más de diez huelgas generales en Grecia, pero ¿se ha conseguido algo? Alexandra-Odette Kypriotaki
ha participado en las movilizaciones desde 2008, pero se marchó a Londres con esa pregunta en la
cabeza. “En mi país ya no se encuentra trabajo ni de camarera”, me contó. La conocí en un encuentro
organizado por el pensador-activista Franco Berardi (Bifo) en Barcelona. Su intervención en aquel
encuentro me pareció muy sugestiva y desafiante.
A partir de un balance autocrítico de las lógicas de enfrentamiento y movilización, que no han frenado
ni un ápice la devastación social, pero han expuesto demasiados cuerpos a la represión y la
destrucción, Alexandra propone recomenzar por otro lado: ni luchar ni confrontar, sino desertar; ni
reivindicar ni pedir, desplegar aquí y ahora el mundo en el que queremos vivir; ni actuar ni
movilizarnos, sino entregarnos a cierto abandono. Hacer fuerza de nuestra debilidad.
El capitalismo nos exige una disposición permanente al deseo, al contacto, a la producción. Un tiempo
permanentemente ocupado, bajo presión, en pos de resultados. Hoy es obligatorio estar contentos, ser
optimistas y positivos. Debemos proyectar constantemente la imagen de que sabemos, de que va todo
bien, de que tenemos las cosas bajo control, de que somos fuertes. Pero, ¿no nos exige demasiadas
veces lo mismo el activismo político? Lucha, resultados, la respuesta en la boca, la moral siempre alta,
fuera los tímidos, los dubitativos y los melancólicos…
¿No podríamos formar un ejército de débiles, de torpes, de ignorantes? La consigna sería: “sí, estamos
deprimidos, qué pasa”? El programa: “no sé”. La huelga, no hacer nada de nada, ni siquiera
movilizarnos. Do nothing day… un miércoles, luego el jueves y así.
La figura del castigador indefenso
Descargas eléctricas arbitrarias, suministradas a intervalos irregulares e inaccesibles a nuestro
control. Shocks/saqueos que llaman “recortes” o “controles del déficit”. Maltrato psicológico
hasta límites que hace pocos meses nos hubieran parecido increíbles, de ciencia-ficción: «El
FMI pide bajar pensiones por "el riesgo de que la gente viva más de lo esperado".
5
»
2Las agencias de calificación, los organismos internacionales (FMI, BM, OCDE, OMC) que
están al servicio de las élites financieras, la Comisión Europea y el BCE nos someten a unas
exigencias y ajustes, graduales e inexorables, ante los que nos aseguran que nada podremos
hacer. Casos como el de Islandia
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, sin embargo, son silenciados en los medios de masas.
¿Cuál es el papel de nuestros gobernantes ante esta situación? Sencillamente, el de ejecutores
eficientes del saqueo que se ordena “desde arriba”: “hay que hacer lo que hay que hacer”, “nos
lo está pidiendo la Unión Europea”, “hay que dar confianza a los mercados”, etc. 
No es necesario atribuir maldad ni sadismo a los políticos que realizan estos encargos
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. En su
libro Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt expuso su concepto de banalidad del mal: un
funcionario nazi mediocre como Adolf Eichmann fue capaz de poner en práctica asesinatos en
masa, no por crueldad, sino simplemente porque actuaba dentro de las reglas del sistema al que
pertenecía sin reflexionar sobre sus actos. Lo que hizo Eichmann fue cumplir eficientemente
con las órdenes que provenían de estamentos superiores, que es lo que hacen nuestros políticos
en el gobierno respecto a los mandatos de quienes representan los intereses del capital
financiero. Y sin poderse cuestionar las reglas a las que obedecen, ya que están cegados por los
postulados de una ideología dominante, el neoliberalismo, que además legitima el hecho de que
estos mismos gobernantes –o sus familiares o sus amigos– se enriquezcan, de una manera que
nosotros consideraríamos inmoral, gracias a la pérdida de derechos sociales de los ciudadanos y
a la privatización del sector público.
En una vuelta más de tuerca, los gobernantes pueden llegar a presentarse ante la opinión pública
como víctimas ellos mismos de indefensión aprendida. Es el “aunque me gustaría hacer otra
cosa, yo no puedo hacer nada, porque me lo ordenan desde arriba, y las consecuencias, si actúo
de otra manera, podrían ser peores”. El mismo mandatario se convierte en modelo público de
indefensión aprendida, y ya sabemos que nada enseña tanto como el ejemplo. Fue el caso de
José Luis Rodríguez Zapatero cuando la llamada de Barack Obama
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. Ya vemos que se trata de
un recurso nada nuevo. Pero ahora, con nuestro actual presidente, Mariano Rajoy, este
fenómeno se ha exacerbado tanto, que él mismo se ha convertido en ejemplo viviente de
indefensión y debilidad, con sus “chuletas” en los discursos, sus ausencias, sus gestos y
acciones
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En definitiva, lo que estos gobernantes nos transmiten, al escenificar su indefensión, es que
nuestro país ya no es soberano, sino que está bajo las órdenes de los que en realidad mandan: los
famosos “mercados”. Pero ¿por qué no son sinceros y coherentes, dimiten y dejan que España
se convierta en un “protectorado” del capital financiero, como lo son ya Italia o Grecia? Tal vez
su papel en la estrategia del shock aún no se haya cumplido del todo. Todavía no estamos
completamente sujetos a la indefensión aprendida. Pero ¿podremos hacer algo para no ser
vencidos del todo por ella?
Bien vive quien bien atribuye
Para inmunizarse ante la indefensión aprendida, Seligman aplica la teoría de la atribución de
Fritz Heider. En El optimismo es una ventaja y un placer que se adquiere estudia tres
dimensiones o características del estilo atribucional o atribución causal:
3Personalización: Consiste en atribuir causas internas o externas a los buenos o malos
sucesos. Si me siento culpable cuando algo me sale mal “porque yo soy así”, o soy capaz de
externalizar el problema y hacerme responsable de producir cambios. Esta dimensión tiene que
ver con la autoestima. Atribuir los malos sucesos a causas externas nos hace más inmunes a la
indefensión aprendida.
Permanencia: Qué duración, estabilidad o inestabilidad en el tiempo atribuimos las causas de
los buenos o malos sucesos. Sus extremos se expresan en el discurso en los polos SiempreNunca. Pensar que las causas de los malos sucesos son estables, permanentes, incluso
definitivas, nos hace más vulnerables a la indefensión aprendida.
Penetración: Cuántas áreas de nuestra vida se ven afectadas por nuestra buena o mala suerte, si
estas causas nos afectan de manera global o específica. Se expresa en el discurso en los
extremos Todo-Nada.
Por otro lado, José Ramón Yela Bernabé y José Luis Marcos Malmierca hacen referencia
también a la importancia de la controlabilidad que tenemos de los sucesos
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Despersonalización: el problema está en la situación, no en nosotros
Una manera que tiene el poder de provocarnos la indefensión aprendida es culpabilizarnos de lo
que está sucediendo. Se nos dice que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”,
cuando la realidad era que las posibilidades, para los de abajo, más bien eran inferiores a los
estándares de una vida digna, en tanto a bajos salarios o carestía de bienes básicos como la
vivienda. 
Un ejemplo de explicación sistémica de lo que nos está pasando es la del geógrafo David
Harvey. Según él, vivimos un proceso de acumulación por desposesión. Una vez disminuidos
los salarios a partir de los años 70, las tasas de ganancia las está obteniendo el capital a partir de
la privatización de los bienes comunes, la financiarización de la economía, la gestión y
manipulación de las crisis y la redistribución desigual de los recursos
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Autores como Vicenç Navarro han señalado que ha sido precisamente la falta de recursos entre
las clases populares la que ha sido causante del endeudamiento, y no al revés
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. Si, por ejemplo,
hubiera habido políticas públicas de acceso universal a una vivienda digna, la gente no tendría
que haberse endeudado tanto, y no se habría producido la burbuja inmobiliaria y crediticia que
originó la crisis.
Por tanto, no debemos caer en la trampa de pensar que la culpa de esta “crisis” (acumulación
por desposesión) la tenemos nosotros. Debemos ser capaces de analizar, más allá de la
sobreabundancia informativa de los mass media, en qué consiste el modelo social, económico y
cultural vigente, y en qué podemos contribuir para atenuar sus efectos dañinos, o incluso para
plantear modelos alternativos diferentes.
4La crisis es crisis también del modelo económico imperante
En cuanto a la estabilidad de la causa de nuestro problema, debemos preguntarnos: ¿esta
acumulación por desposesión va a durar siempre? ¿Es el estado definitivo de la historia?  Lejos
de ello, son muchos los que apuntan a que estamos viviendo una crisis global del capitalismo,
debido a los límites ecológicos que impiden el desarrollo del modelo de acumulación infinita.
Ramón Fenández Durán, por ejemplo, ha indicado que el previsible agotamiento de energías
fósiles va a suponer un colapso de nuestra civilización
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Así que en vez de preocuparnos por lo que nos está pasando, ¿no deberíamos ya empezar a
pensar en alternativas?
Oportunidades para la emancipación
En cuanto a la penetración del problema, ¿está toda nuestra persona afectada de manera
negativa por el saqueo de lo común? 
Es cierto que esta crisis/estafa afecta a buena parte de nuestras vidas, por el desempleo, el
empeoramiento de los servicios públicos y la pérdida de derechos ciudadanos. Pero también es
verdad que hay vida –y mucha vida– más allá de la crisis.
Ahora es cuando tenemos la oportunidad de explorar nuevas formas de relacionarnos con
nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno. Cuando podemos buscar modos de vida
diferentes.
Porque este modelo económico, incluso cuando estaba en las fases de auge, producía
insatisfacción. Bajo la superficie del consumismo, convertido en estafa piramidal gracias a la
abundancia del crédito fácil, yacía latente una versión moderna del Rey Midas. Todo lo que el
modelo tocaba lo convertía en mercancía, hasta nuestras vidas y los rincones más íntimos de
nuestro cerebro.
La alienación no ha sido nunca tan grande como hasta ahora. Mientras que en la época del
fordismo, la de la producción en masa, el trabajador estaba alienado durante su tiempo de
trabajo, ahora, en nuestros días, es del conjunto de nuestra vida de donde extrae el capital sus
tasas de ganancias: 
Hoy, […] bajo el predominio de la producción inmaterial, la teoría del valor y el análisis de la explotación
no pueden ser anclados en un sistema de unidades temporales mensurables. Así en la medida en que la
producción de valor es entendida como producción de lo común, la explotación es expropiación de lo
común. Lo común, en pocas palabras, se ha vuelto el lugar del plusvalor. La explotación es la
expropiación privada, parcial o total, del valor producido en común. Las relaciones sociales y las
comunicaciones son, por su naturaleza, comunes y sin embargo el capital busca apoderarse privadamente
de parte de su riqueza. Pensamos, por ejemplo, en el beneficio extraído del trabajo afectivo; y lo mismo
vale para la producción lingüística de las ideas y los saberes: todo aquello que se hace en común es
privatizado. También el saber producido por las comunidades indígenas o el conocimiento generado por
la cooperación científica son transformados en propiedad privada.
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5Lo más común, lo que todos compartimos, es lo que están “expropiándonos” algunos, el 1% de
la población, para seguir acumulando capital. La publicidad se apropia de nuestra cultura común
para invadir nuestros cerebros con pautas de consumo. Nos relacionamos con los demás desde
criterios de rentabilidad, y nosotros mismos nos convertimos en mercancías al ponernos en
venta en el mercado laboral o al tratar de obtener beneficios en nuestras vidas personales.
La parte en que nos afecta la crisis es, por tanto, minúscula si la comparamos con todo lo que
esta crisis del sistema puede ofrecernos:
• Volver a recuperar la autenticidad personal. Dejar de tratarse a sí mismo como una
parte más de la sociedad del espectáculo, es decir, como una imagen atractiva para el
sistema, imagen que se convierte ella misma en publicidad viviente. Como explica
Tiqqun en Primeros materiales para una teoría de la jovencita (Acuarela Libros,
Madrid 2012), el capitalismo obtiene actualmente tasas de ganancia por medio de
nuestra capacidad de seducción. 
• Lo que más acrecienta la felicidad son las relaciones interpersonales. Fomentar las
relaciones de cooperación en lugar de las relaciones de competencia. Lo que se da no se
pierde.
• Que la creación cognitiva (el pensamiento, el arte, el conocimiento) no sea expropiada
del intelecto común mediante la llamada propiedad intelectual; una ilegítima
apropiación que responde a los intereses de las grandes corporaciones dedicadas a la
producción y distribución de productos culturales y tecnológicos. 
• Promover una economía del bien común, donde se valore, no la rentabilidad, sino un
modelo de empresas cooperativas que hagan el mayor bien posible a la sociedad y al
entorno. 
• Acabar con el predominio de la economía financiera sobre la economía productiva.
Terminar con la estafa de la emisión privada de dinero-crédito que esclaviza a personas
y pueblos mediante el endeudamiento.
• Plantearse iniciativas como la de la renta básica universal, para que uno trabaje
libremente, y no se vea forzado a trabajar para subsistir. Los recursos naturales son de
todos. 
• Y, complementando a la renta básica, ¿por qué no proponer, como lo hizo en su día el
presidente estadounidense F. D. Roosevelt, un salario máximo, gravando con un 100%
a partir de un tope de renta. “Que ningún ciudadano –escribía J. J. Rousseau– sea tan
rico como para poder comprar a otro, ni ninguno sea tan pobre como para ser obligado a
venderse”.
• Valorar propuestas ecológicas como la del decrecimiento: consumir menos, fabricar
menos, diseñar objetos totalmente reciclables y gastar poca energía. Desarrollar
economías locales. 
• Construir canales de distribución autónomos al margen de las grandes distribuidoras
que controlan casi toda la actividad comercial, desde el productor a la venta al público. 
6• Reconstruir la esfera de lo público de una manera verdaderamente democrática, con la
participación de todos y en igualdad.
El futuro está en parte en nuestras manos
Por último, ¿cuál es nuestra capacidad de control respecto a la situación que nos afecta?
En el citado artículo, Yela Bernabé y José Luis Marcos Malmierca defienden que, para
inmunizarse a la indefensión aprendida, lo mejor es ni haber tenido éxitos siempre ni siempre
fracasos. Ser conscientes de que hay cosas que podemos controlar y cosas que no. “Así pues –
decía Epicuro–, conviene recordar que el futuro ni está enteramente en nuestras manos, ni
completamente fuera de nuestro alcance, de suerte que no debemos ni esperarlo como si tuviese
que llegar con seguridad, ni desesperar como si no tuviese que llegar con certeza.” 
Hay muchos ejemplos de resistencia a la acumulación por desposesión que han triunfado en el
mundo, como la guerra del agua en Bolivia o la insurrección de Chiapas. Lo que pasa es que la
historia, que casi siempre está escrita por los de arriba, se complace en recordarnos solo las
derrotas en los esfuerzos por la emancipación.
Aquí, en España, y a pesar de todos los tropiezos de un niño que aprende a dar sus primeros
pasos, el Movimiento 15M, con solo un año de vida, ha obtenido importantes logros y
proyección internacional. Ha logrado concienciar a buena parte de la ciudadanía de la raíz de
nuestros problemas, ha enlazado movimientos sociales muy dispares y está siendo un excelente
humus para el nacimiento de redes cooperativas y solidarias. 
Cometeremos errores, sin duda, pero errores que nos harán más sabios.
Actuar para abrir posibilidades
En definitiva, ante el miedo que nos atenaza, debemos tener presente que de lo que nos pasa no
somos culpables, que la crisis es crisis del modelo económico vigente –que no es estable sino
todo lo contrario–, y que este cambio puede ser una
oportunidad para un nuevo mundo más humano, donde no
impere la dictadura del dinero y del resto de mercancías.
Y, sobre todo, tener presente la enseñanza de Alain
Badiou: hay que actuar. Porque no es nuestra acción la que
debe plegarse al campo de lo posible, sino que es la propia
acción la que puede abrir un nuevo espacio de
posibilidades. “Un sujeto –dice este filósofo– es un punto
de una conversión de lo imposible en lo posible. La
operación fundamental de un sujeto es estar en el punto en
donde algo imposible se convierte en posibilidad”.

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