Escrito en Enero de 2009
El fin de la economía "low cost"
Cuando las empresas inventaron el "outsourcing" (deslocalización), hijo bastardo de la globalización, hicieron creer a los trabajadores que perdían sus empleos, que ayudados por el menor costo de los productos (ahora importados) y el auxilio del crédito (entonces ilimitado y barato) podrían seguir "enganchados" (adictos) al "consumismo feliz".
Ahora, frente a la crisis, los ex-trabajadores (desocupados), no tienen ni fábricas, ni créditos. La sociedad de consumo se ha esfumado, como lo hicieron los capitales de las "catedrales" bancarias de Manhattan.
Ahora, frente a la crisis, esas empresas "deslocalizadas" comienzan a abandonar el barco (países emergentes), dejando a los "nuevos" trabajadores en una situación tan cercana a la pobreza original que, más de uno de ellos, se estará preguntando si todo habrá sido, únicamente, una ilusión óptica (ahora, una pesadilla).
El "low cost" sólo ha enriquecido a las empresas deslocalizadas. Ni los "nuevos" trabajadores, ni los "viejos" trabajadores han participado del festín, ficticio, de una economía "sin barreras".
Detrás de esta crisis se esconde una patología del consumo en las familias, que se ha extendido desde el capitalismo norteamericano a todo el Occidente opulento. El endeudamiento excesivo de las familias americanas ha creado un terreno frágil, que se ha hundido bajo el peso de la crisis de las hipotecas de alto riesgo. La hipoteca sobre la casa ha venido a añadirse a una serie de endeudamientos en una cultura que privilegia el consumo aquí y ahora, y que ha olvidado el valor del ahorro, también el sentido ético.
En realidad, cada vez más el consumo se ve apremiado y drogado por un sistema económico y financiero, y los medios de comunicación son cómplices de ello, que induce a las familias a endeudarse por encima de sus reales posibilidades de restituir el crédito.
La crisis actual, pues, puede ser una buena ocasión para reflexionar en profundidad sobre el estilo de vida insostenible que el capitalismo financiero actual ha determinado. Y no se trata de imaginarse una economía sin bancos. No. La banca y las finanzas son demasiado importantes como para dejársela sólo a los especuladores. Una buena sociedad no se hace sin banca ni finanzas, sino con una buena banca y unas buenas finanzas.
De la economía "low cost" fuimos todos responsables (culpables). Las empresas por buscar la rentabilidad por encima de la responsabilidad, seguridad, transparencia y sostenibilidad. Los gobiernos por transitar frívolamente por la senda de un crecimiento económico electoralista, demagógico y corrupto. Los consumidores por atragantarse con cuanto producto o servicio le ofrecieran, al mínimo costo y con grandes facilidades, por encima de sus posibilidades y sin mirar el origen. En esa irresponsabilidad (inmadurez) atropellaron, inconscientemente, hasta sus propios empleos. Para ser consumidores "Todo a 100", aceptaron sustituir empleo por crédito.
La culpa la hemos tenido todos: los bancos por animarnos a consumir lo que no teníamos y nosotros por creerlo. Durante muchos años ha imperado la máxima del "todo vale" y ahora lo estamos pagando.
De modo que estamos ante un reto cultural y antropológico, y para afrontarlo se requiere un compromiso de todos, dentro y fuera de los mercados
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